Se mantuvo sentada con la pequeña caja entre las manos un tiempo impreciso
mientras repasaba mentalmente todas y cada una de las palabras que contenían
aquel papel arrugado y amarillento con algún que otro borrón que apenas dejaba leer
entre líneas.
Cuánto había pasado desde que escribiera aquello, cinco años, quizá seis. No
cabía duda de que su estado de ánimo en el momento de escribir esas líneas
distaba mucho del que ahora afloraba en ella. Aun así, no podía entender cómo
era posible que aquel pequeño manuscrito hubiese obrado la magia de convertir
todos y cada uno de sus sueños y anhelos en una palpante realidad.
Acarició aquella caja verde con pequeñas incrustaciones de flores secas y la
abrió nuevamente. Con suma dulzura, cogió el arrugado papel a consecuencia de
los varios dobleces al que había sido sometido y se dispuso a releer todos y
cada uno de los deseos que tiempo atrás escribió sin una intención premeditada.
Sencillamente le gustaba jugar a recrear su vida futura.
Cogió un lápiz carcomido que encontró en el interior de la caja y al lado de
cada deseo, de cada situación cumplida, escribió “GRACIAS”.
Sonrió satisfecha y volvió a doblar la hoja respetando los pliegues del
papel. Miró su desordenada mesa de trabajo y sacó un folio en blanco de una
carpeta, mordió el lápiz y dejó perder la mirada por unos instantes para luego escribir;
- “Me voy volviendo más ordenada cada día”, “-por fin conseguí el trabajo en la
empresa XXX” …etc. Doblo cuidadosamente el folio y lo guardó en su pequeña caja
verde con incrustaciones de flores secas.
Colocó su pequeño tesoro en la última repisa del viejo mueble y pensó si
esta vez tardaría tanto en abrirla, si se olvidaría de ella por otros años. En
realidad, no le importaba porque en el fondo de su corazón, sabía que sus
sueños, sus anhelos, habían empezado a convertirse en realidad desde el mismo
momento en que puso su intención en aquel papel en blanco.
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